Aunque el término Glocalismo ha
sido utilizado, y lo sigue siendo, por otros autores, en especial, por el
filósofo y sociólogo polaco Zigmun Bauman, en mi caso, llegué a él tras
concebirlo en mi interior sin saber de su existencia previa. Bien es verdad,
que unos meses antes supe del lema “piensa globalmente, actúa glocalmente”,
quedándoseme grabado el interesante concepto de lo glocal (global y local).
Pues bien, a principios del año 2011 comprendí que el título que tenía
reservado para la obra, que en esos momentos estábamos escribiendo Emilio
Carrillo y yo, se quedaba corto, y fue entonces cuando afloró con gran fuerza
en mi mente la idea de lo glocal. Tras reflexionar un tiempo sobre ello, pensé
en desarrollar el concepto Glocalismo para usarlo como título de dicha obra,
compuesta actualmente por dos libros.
Tras consultar por internet y
comprobar que glocalismo y glocalización ya existían como conceptos
enriquecedores y complementarios de globalismo y globalización, traté de
encontrar una definición de los mismos. Al no encontrarla, decidí definir
Glocalización como: “acción y efecto de preservar lo local de todo aquello que
provenga de forma global y no sea beneficioso para la biodiversidad que lo recibe”.
No obstante, tras esta definición corta, las implicaciones que le doy a
Glocalismo son mucho más amplias y profundas. Aparte de tomar en consideración
que lo local y lo global (lo glocal) son las dos caras de la misma moneda (la
acción local produce efectos globales y
la acción global produce efectos locales), he querido dar un significado más
completo y definitivo al término Glocalismo. Pretendo definir con dicho
concepto el nuevo sistema de relaciones humanas (a nivel social, político y
económico) que está emergiendo en todo el planeta, como modelo alternativo del
actual sistema capitalista. Y esto está siendo posible gracias a que cada vez
son más las personas que apuestan por vivir una vida más sencilla, consumiendo
únicamente lo necesario para llevar una vida digna (sobre todo productos
locales, ecológicos, de comercio justo y de segunda mano), compartiendo con los
más necesitados, cooperando en la creación de economías alternativas (como los
bancos del tiempo, los mercados de trueque, las monedas sociales, las
gratiferias…), y sobre todo reverenciando y regresando a la naturaleza para
construir nuevos modelos de convivencia en zonas rurales, ya sea recuperando
pueblos y aldeas abandonadas o en estado
progresivo de abandono, o bien, creando ecoaldeas en plena naturaleza. En ambos
casos, el abastecimiento de los productos de primera necesidad sería de
producción propia. Por tanto, la nueva organización social glocalista
evolucionará hacia un mundo de comunidades autosuficientes, apoyadas en las
tecnologías de la autosuficiencia, generadoras de riqueza local (salud,
educación, empleo, cultura, energía, alimentos, ropa, calzado,…) y amparadas en
una política glocal.
Antes de profundizar más sobre el
título que encabeza este artículo, quiero aclarar que la obra “Glocalismo” se
debe entender dentro del contexto de continuidad del libro “La Huelga
Tranquila”, sobre todo de su epílogo, donde mi Gran Esperanza de que un mundo
mejor es posible, se materializa desde mi interior en una versión de la
realidad que deseo para mí, pero sobre todo para mi hijo y para las
generaciones venideras. A esta, mi versión particular de la realidad, la he
llamado la Visión del Mundo que Queremos.
Tengamos
muy en cuenta el poder que tienen nuestros pensamientos sobre nuestra vida
cuando son acompañados por ciertas emociones y sentimientos, porque siempre
terminan materializándose en nuestra realidad sin que haya ningún tipo de
limitación. A nivel colectivo, tanto es así que
cuanto mayor sea el número de personas que piensen y sientan que un mundo mejor
está a nuestro alcance, tanto más fácil será que se pueda lograr. Pero, de
igual manera, si hay gran número de personas que no creen en un mundo mejor, o
bien, sí que creen, pero no saben qué tipo de mundo mejor quieren ni como
llegar a él, o bien, sí que lo saben pero se enfocan en los miedos, es decir,
prestan más atención a lo que no quieren del mundo en el que viven (crisis
económica, guerras, hambre, destrucción medioambiental,…), entonces de igual
manera se impedirá o retrasará el logro de ese mundo mejor. Dicho de otra manera:
si cada vez somos más las personas que creemos que un mundo mejor es posible,
que además intuimos o sabemos cómo podríamos construirlo, deseándolo de todo
corazón primero y entregándonos a su realización después, entonces, tarde o
temprano, lograremos hacerlo realidad. Para ello es necesario que cada uno de
nosotros comparta su propia versión de la realidad y, al mismo tiempo, nos interesemos
por conocer la de los demás. De esta manera, lo mejor de las versiones más
conocidas y apoyadas por las mayorías, tendrá enormes posibilidades de llevarse
a cabo.
La Visión del Mundo que Queremos
(mi versión de la realidad), expresada con Gran Sentimiento y Esperanza para su
cierta materialización presente y futura, la he decidido compartir y difundir,
principalmente a través de los libros “La Huelga Tranquila” y “Glocalismo”, con
la intención de que todas las personas que aún no tienen claro qué clase de
mundo mejor desean ni cómo conseguirlo, encuentren en ellos ideas para
construir su propia versión de la realidad como ideal sobre el que orientarse y
trabajar.
Actualmente, es cada vez más
urgente sentir y pensar que cada uno de nosotros es tremendamente útil y
necesario en la construcción de un mundo mejor y más justo. Creer es crear. Y
creer juntos en una misma o similar versión de la realidad, es co-crear. Lo
importante no es creer en mi Visión del Mundo que Queremos, que desde el año
2009 vengo desarrollando y, al mismo tiempo, enriqueciendo con otras versiones
de la realidad de otros muchos autores. Lo importante es que cada cual tenga
suficiente fe (creer con mucho sentimiento y con gran convicción) en la
realización de la Visión del Mundo que desea para sí y para los demás. Una vez
que tengamos claro hacia qué clase de mundo mejor queremos ir, pongámonos en
marcha y avancemos con determinación hacia su logro. Compartamos con los demás
la forma de hacerlo. Cooperemos, en la medida de nuestras posibilidades, con
todas y todos los que avancen en el mismo sentido, sin perder tiempo y energías
en propiciar la destrucción del viejo sistema patriarcal que por sí solo irá
desmoronándose. De esta manera construiremos algo nuevo y mejor. Pero para ello
es preciso, además, que primero seamos coherentes en nuestras vidas cotidianas,
sobre todo en lo relacionado con el consumo consciente y con el estilo de vida
que llevamos.
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